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sábado, 12 de febrero de 2011

Azúcar Amarga: El miedo es más dulce que la sangre


Vivía en la Habana Vieja cuando este barrio se rebeló espontáneamente el 12 de agosto de 1994. Las autoridades no podían creer que casi tres mil personas en las cercanías de la Avenida del Puerto de La Habana gritaran sin pudor y sin miedo ¡Abajo la dictadura!¡Abajo Fidel!, después de que el gobierno cerrara los accesos a las lanchas de Regla.  La gente estaba acampada allí desde el 4 de agosto, ese día se habían intentado llevar una de estas lanchas hasta aguas internacionales donde las autoridades norteamericanas los trasladarían a Estados Unidos.
Confieso que no estuve desde el principio, estaba en casa y por el balcón escuché a unos adolescentes relatando a gritos lo que en la Avenida del Puerto sucedía. Nosotros cogimos las bicicletas y salimos disparados para allá, ocupando una porción de historia de la ciudad que no pensé vivir.
Esta rebelión se fue extendiendo de La Habana Vieja a Centro Habana, pero allí el asalto a los comercios y la destrucción de parte del mobiliario urbano sirvió para que partidarios del régimen pudiesen calificarla por la tele como vandálica y no política, aunque parte de ese mobiliario era utilizado (sobre todo los latones de basura de metal) para enfrentarse a los militares, a la policía y a otros grupos civiles de represión  autorizados por el gobierno.
La falta de apoyo de gente de otros barrios y por supuesto de los jóvenes universitarios, junto con la precariedad del transporte en Cuba que rompe la espontaneidad de traslado inmediato, y sin duda alguna, la eficacia del ejército y la policía que vallaron y aislaron Centro Habana y La Habana Vieja con tanques; hicieron fracasar este proceso que pudo tener el mismo final que ha tenido hoy, 11 de febrero de 2011, la caída de Hosni Mubarak.  
Al final, muchos de los mismos manifestantes, cuando apareció Fidel Castro por la zona con sus militares,  pasaron de gritar ¡Abajo Fidel! a gritar, ¡Viva Fidel!, un acto del que fui